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Cover for Kāmanīta, el peregrino
…Comencé a leerlo, y muy pronto me di cuenta: «Bueno, bueno, bueno…es una novela budista. Y escrita por un oscuro académico danés». Era “Kāmanīta, el Peregrino”, al que ahora —unos diez años después— siento como un viejo, viejo amigo. ​Mientras comencé a leer, pasajes familiares aparecían de pronto en las páginas: caracteres y declaraciones bien conocidas; incidentes famosos y favoritos de las escrituras budistas que... Leer más

…Comencé a leerlo, y muy pronto me di cuenta: «Bueno, bueno, bueno…es una novela budista. Y escrita por un oscuro académico danés». Era “Kāmanīta, el Peregrino”, al que ahora —unos diez años después— siento como un viejo, viejo amigo.

​Mientras comencé a leer, pasajes familiares aparecían de pronto en las páginas: caracteres y declaraciones bien conocidas; incidentes famosos y favoritos de las escrituras budistas que habían sido entrelazados juntos y arreglados de otra manera, hilados en una tela de hermosos tonos y textura. Me zambullí y me disolví dentro de la historia, retomándola durante cada momento libre de los días y las noches que siguieron, y convenciéndome mientras tanto que la meditación de absorción en un objeto puede ser muy provechosa, cuando uno la hace con plena atención…

​Cuando llegué a la última página del libro y finalmente lo dejé, se produjo un resplandor profundo en mi corazón y la convicción de que este no era solo un gran cuento, sino que tenía también lo más esencial de las enseñanzas budistas entretejidas a su través. Pensé: «No debería ser solo una mera curiosidad del inglés de la época de Byron o de la historia budista; debería estar allí afuera para que el mundo lo vea, al menos para aquellos interesados».

Ajahn Amaro, extracto del prefacio de la edición de 1999.

Este libro es una traducción de The Pilgrim Kamanita
Cover for Cultivar El Árbol
Uno de los símiles favoritos de Ajahn Chah ilustra la idea del esfuerzo correcto. Decía que, al plantar un árbol, la gente sabia reconoce que su responsabilidad es la de regarlo y protegerlo de los enemigos. Saben que no pueden controlar la rapidez de crecimiento del árbol, o la dulzura del sabor de sus frutos —esos son asuntos que decide la naturaleza—. De manera similar,... Leer más

Uno de los símiles favoritos de Ajahn Chah ilustra la idea del esfuerzo correcto. Decía que, al plantar un árbol, la gente sabia reconoce que su responsabilidad es la de regarlo y protegerlo de los enemigos. Saben que no pueden controlar la rapidez de crecimiento del árbol, o la dulzura del sabor de sus frutos —esos son asuntos que decide la naturaleza—. De manera similar, en la práctica del Dhamma debemos poner el esfuerzo para hacer crecer nuestro ‘árbol’ de la mejor manera posible, sin preocuparnos demasiado por la rapidez de nuestro progreso (o la lentitud), ni obsesionarnos con los resultados que deseamos de la práctica. Esos son también asuntos que decide la naturaleza. Debemos hacer lo que nos toca con diligencia, paciencia y cuidado, y dejar ir el deseo acerca de los resultados.